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Ayudar a las víctimas de una tormenta tropical 

Luego de se produjera uno de los tifones más intensos del mundo en Filipinas, un grupo de empleados de Cargill llega al país para reparar una escuela y colaborar con los esfuerzos de socorro. 

January 01, 2015

A fines de 2013, un grupo de empleados de Cargill Singapur trabajaban muy duro para organizar los útiles escolares que llevarían en su viaje de voluntariado a Filipinas. Los útiles se distribuirían en la escuela primaria Hi Bao An, que Cargill estaba ayudando a renovar. Sin embargo, el 8 de noviembre, unos días antes de la fecha en la que viajaría el equipo, ocurrió una catástrofe. El tifón Haiyan, la tormenta más intensa de las últimas décadas, azotó Filipinas con vientos de más de 300 kilómetros por hora, y causó la destrucción de muchas aldeas y miles de víctimas fatales. En un momento en el que la mayoría de las personas intentaban salir del país, los empleados de Cargill realizaron su viaje planeado a la zona, aprovechando la oportunidad para asistir a las personas necesitadas.

Cuando el equipo de Cargill llegó a Cápiz, que alberga la escuela Hi Bao An y fue una de las aldeas más devastadas por la tormenta, la encontró completamente destruida. Los voluntarios se pusieron a trabajar de inmediato: se reunieron con las familias evacuadas y distribuyeron 630 paquetes de ayuda que consistían en necesidades básicas como botellas de agua, alimentos no perecederos y productos de higiene.

A pesar de la destrucción con la que se encontraron, el equipo de Cargill no se dejó desalentar y no abandonó su meta inicial. De día, los empleados ayudaban a reparar la escuela: construyeron un nuevo comedor, plantaron un jardín de vegetales y equiparon la biblioteca con libros donados. A la noche, cargaban comida y suministros en camiones para distribuirlos en otras aldeas afectadas por el tifón. “Cuando pienso en que se derrumbaron 63 de las 69 casas de la aldea, se me vienen a la mente palabras como ‘devastación’, ‘desesperación’ y ‘destrucción’”, recordó Eduardo Gebara, líder de equipo de la unidad de gestión de riesgos de Cargill en Singapur. “Pero cuando llegamos, la gente nos recibió con mucho afecto, y me di cuenta de que en situaciones como esa, cuando se proporciona ayuda desde todas partes del mundo, se manifiesta lo mejor de las personas”.

Gracias parcialmente a los esfuerzos de Cargill, el nuevo comedor de Hi Bao An se inauguró en la fecha planeada, brindándoles más oportunidades educativas a los niños de la zona. Luego de que el equipo de voluntarios de Cargill se fuera de Filipinas, la compañía continuó brindando asistencia a las zonas que sufrieron los mayores daños y realizó una donación de USD 500 000 al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para continuar con las acciones de socorro y de recuperación ante la catástrofe.